En la vida cotidiana del mundo hispanohablante, es muy común oír menciones a personajes inexistentes que parecen estar en todas partes: Fulano, Mengano, Zutano y Perengano. Estos nombres ficticios son tan familiares que, al pronunciarlos, evocan de inmediato la idea de alguien cuyo nombre se desconoce, no se quiere revelar o simplemente no importa en el contexto. Sin embargo, ¿quiénes son realmente Fulano, Mengano, Zutano y Perengano? La respuesta es que no son nadie en particular, pero cumplen un propósito lingüístico muy específico: representar a cualquier persona. Este artículo explora el origen y uso de estos curiosos personajes gramaticales que han acompañado el idioma español durante siglos.
Fulano: El más conocido de todos
De los cuatro nombres, Fulano es el más utilizado y, probablemente, el más antiguo. La palabra proviene del árabe «fulān» (فلان), que significa «persona cualquiera». Con el tiempo, esta expresión pasó al español y de allí se extendió por todo el mundo hispano. Fulano se usa de manera habitual cuando se quiere hacer referencia a alguien cuyo nombre se desconoce o no es relevante, como en frases del tipo: «Ha venido un fulano preguntando por ti» o «Le pondrán una placa que diga ‘Aquí descansa fulano de tal’.»
El uso de Fulano es tan común que en muchos casos es el primer nombre que viene a la mente cuando necesitamos hacer referencia a una persona indeterminada. Además, puede combinarse con el apellido genérico «de Tal» para darle un toque más formal o humorístico.
Mengano: El inseparable compañero de Fulano
Junto a Fulano, suele aparecer Mengano. Este nombre también tiene origen árabe, proveniente de la expresión «man kān», que significa «quien sea». A menudo, Mengano se utiliza en segundo lugar, acompañando a Fulano para dar un ejemplo o enfatizar que se habla de varias personas indeterminadas. Un ejemplo común sería: «A ese fulano y a ese mengano no los quiero ver por aquí.»
A diferencia de Fulano, Mengano no suele aparecer solo; casi siempre acompaña a otros personajes ficticios, como Zutano o Perengano, en una especie de trío o cuarteto anónimo.
Zutano: El misterioso tercero
Zutano, por su parte, es quizás el menos frecuente de los tres nombres tradicionales, pero su uso sigue siendo habitual en ciertas regiones. Su origen parece provenir de «citano», que a su vez podría estar relacionado con el término latino «scitānus», que significa «sabido» o «conocido». Aunque no se sabe con certeza por qué este nombre se añadió a la lista, cumple la misma función que Fulano y Mengano: representar a alguien cuya identidad es irrelevante o desconocida.
En muchos casos, Zutano aparece después de Fulano y Mengano para añadir más personajes genéricos a una historia o ejemplo: «Fulano, Mengano y Zutano se metieron en problemas.»
Perengano: El más reciente y menos utilizado
Perengano es el cuarto nombre en esta curiosa lista de personajes inexistentes, aunque es el menos común de todos. A diferencia de los otros tres, su origen es menos claro. Algunos estudiosos sugieren que podría ser una combinación del apellido «Pérez» con «mengano», lo que lo convierte en una creación más reciente dentro del español coloquial.
Aunque Perengano no se utiliza tanto como Fulano, Mengano o incluso Zutano, sigue siendo una opción válida cuando se necesitan más personajes anónimos en una conversación o relato: «Fulano, Mengano, Zutano y Perengano fueron los culpables.»
Variaciones y diminutivos: Fulanito, Menganita, Zutana y más
Curiosamente, estos nombres genéricos también tienen variantes en diminutivo y género. Por ejemplo, es común oír Fulanito, Menganita, Zutana o Perengana, lo que les da un matiz más personal o cariñoso. Sin embargo, la palabra «fulana» tiene una connotación despectiva en algunos países, utilizada para referirse a una mujer en términos peyorativos, a menudo insinuando que se trata de una prostituta: «Finalmente resultó ser una fulana.»
A pesar de esta carga negativa en el caso de «fulana», los demás nombres pueden utilizarse en femenino sin ningún tipo de connotación despectiva.
El legado de estos personajes anónimos
Aunque Fulano, Mengano, Zutano y Perengano nunca existieron en la realidad, su presencia en el idioma español es indiscutible. Son ejemplos perfectos de cómo el lenguaje puede crear personajes ficticios para cumplir una función práctica: hablar de personas indeterminadas o irrelevantes de forma rápida y sencilla. Estas palabras han viajado a lo largo de la historia, desde sus raíces árabes y latinas hasta convertirse en parte integral del habla coloquial en todo el mundo hispanohablante.
Así, la próxima vez que escuches hablar de Fulano o Mengano, sabrás que no se refieren a nadie en particular, sino a todos y a cualquiera al mismo tiempo. Estos nombres seguirán presentes en nuestras conversaciones, manteniendo su anonimato útil y simbólico en la riqueza de nuestra lengua.